Crónicas Mundanas

Crónicas de viajes, viajes no sólo geográficos, sino emocionales, sentimentales intelectuales y mentales.

24/08/2006

Managua o el sentimiento latinoamericano

Fue uno de esos encuentros ambiguos, destinado en principio a la reunión en grado de igualdad (¡submit!), de representantes de universidades gringas y de universidades latinoamericanas. Pero el encuentro se convirtió rápidamente en un acto de pleitesía latinoamericana para con los visitantes del norte. Primero, porque a pesar de la muy eficiente traducción simultánea con la que contó el evento, el idioma cotidiano fue el inglés. ¿Por qué los visitantes, por pura cortesía, no se prepararon para hablar en español? ¿Por qué asumimos tan naturalmente que debíamos hablar, incluso entre nosotros, en el idioma del imperio? ¿Por qué en un país como Nicaragua, con una historia tan tormentosa, generada precisamente por la sistemática intromisión yanqui, se dispuso todo para hacer sentir bien a los prepotentes huéspedes?

La segunda señal ocurrió muy pronto. Después de un breve saludo de bienvenida, la actividad primera fue un tour por la ciudad de Managua. Eso, definitivamente, le dio el tono a la reunión: turismo para los gringos, quienes, de otro lado, llegaron acompañados de sus mujeres y vestidos con el atuendo típico de quien cree que Latinoamérica es un infierno a donde sólo se puede ir de pantalones cortos, pantuflas y camisa de colores.


Pues bien, salimos del hotel Hilton donde estábamos hospedados, ubicado en la pomposa aunque pequeña zona rosa de Managua, hacia el centro histórico, pasando por la catedral nueva, el mirador Tocapa, el malecón


y llegando finalmente a la zona donde tres edificios se destacan: la catedral vieja, el palacio presidencial y el palacio de cultura, antigua sede del parlamento, famosa, porque ahí tuvo lugar el incidente del comandante cero, Edén Pastora en 1978;


y terminamos el paseo en el mirador del Lago de Managua, a la sombra del monumento a Sandino.


Los dos días siguientes fueron de alguna manera más “académicos”, sin embargo, siempre hubo lugar para la fiesta, como la cena en la feria de Masaya, un pueblito a una hora escasa de Managua y donde tuvimos, comida típica, artesanías y espectáculo folklórico, muy bello y todo, pero muy para ellos y muy poco para nosotros.



El segundo día estuvo marcado por dos acontecimientos que convirtieron mi malestar creciente en el retorno a una vieja conciencia, a un viejo sabor: el de la solidaridad latinoamericana, cúmulo de sensaciones que no había vuelto a experimentar desde mis épocas de universitario. El primero de esos acontecimientos ocurrió en el seno mismo del congreso, cuando uno de los actos marginales: la presentación de un grupo de trabajo comunitario, se transformó en una auténtica conmoción.


En efecto, un grupo de jóvenes campesinos, curiosamente liderados por un viejo jesuita gringo que tenía más pinta de hippie que de cura, expuso su trabajo. Los tres miembros del grupo, Solidaridad de Arenal, al principio tímidamente y luego, alentados por la cara de sorpresa del auditorio, con mayor seguridad, nos mostraron su hermosa labor, orientada a recuperar la memoria colectiva, a atender a sus mujeres y jóvenes, a procurar la salud de sus gentes, a respetar el medio ambiente, a fomentar expresiones tradicionales como la cuentería y donde los universitarios que se han formado en la capital o en el exterior, regresan a ayudar a su comunidad y donde el cooperativismo es una verdadera estrategia de apoyo mutuo.

A medida que veíamos las imágenes que daban testimonio de su organización, de la determinante participación de las mujeres, del acompañamiento a los jóvenes, de la forma en que rescatan sus raíces culturales; a medida que nos adentrábamos en ese mundo con sus ferias campesinas, con sus actos culturales, con su bella solidaridad, con su apuesta por la historia propia; a medida que el discurso de las muchachas y muchachos que teníamos al frente con su semblante indígena, con su acento indígena, con su visión indígena, iba subiendo de tono, a medida que comprendíamos el valor de los héroes, de Sandino, claro, pero también de Carlos Fonseca, del Padre Romero, de Bolívar, nosotros y digo nosotros, los latinoamericanos y también los gringos, sentíamos todos que sí hay alternativas, que sí hay esperanza, que sí hay posibilidades.


Y entonces sucedió algo insólito, los gringuitos empezaron a expresar un sentimiento ya no de sorpresa, como de culpa, de contrición. Curioso, pero del todo inocuo, pues la gente de Arenal no cuenta ni con ese sentimiento, ni con ayudas más concretas; han aprendido muy bien la lección histórica, lección que, en contraste, no percibí para nada asumida entre los anfitriones: profesores, directivos y estudiantes de la clase alta nicaragüense.

El segundo acontecimiento ocurrió en la noche de ese mismo segundo día. Fernando Escobar, Méxicano, representante del Iteso, con quien había trabado ya amistad a pesar de nunca habernos cruzado en el camino, me invitó a una presentación suya en la casa de los Mejía Godoy. Fernando, tal y como reza en su semblanza, es un cantautor tapatío que ha incursionado por diversos géneros “en busca del disfrute, el aprendizaje y un poco de comunicación”. Sus primeros años artísticos los dedicó a la interpretación de la trova clásica, explorando la poesía y la composición, luego experimentó con el Rock (con el grupo Prólogo), con algo de música para teatro, con la coral clásica (Coro Providencia), y con el progresivo, en donde probó esa sabrosa mezcla con la trova que supuso la experiencia con el grupo Cristal Líquido.

En su trabajo como solista retoma algunos de esos temas y propuestas, pero exhibe con claridad un proyecto propio, muy personal, como son las canciones que presenta en su producción “En este viaje” (2004) que tuve el honor de recibir de sus propias manos

Ha compartido escenario y grabaciones con artistas como: Pancho Madrigal, Paco Padilla, José Fors, Fernando Delgadillo, Alejandro Fillo, Amaury Pérez, Yahir Durán, Jaramar, David Fillo, Andrés Huerta, Eduardo Ulloa, Gonzalo Ceja, Alberto Escobar, Mauricio Díaz “El Hueso”, y Gabino Palomares, quien en su producción “Historia Cotidiana” (2000), le grabó el tema “Cantamos”.


Y allí, de pronto estábamos en la Casa de los hermanos Mejía Godoy, un lugar mágico, donde se respira un ambiente festivo y de libertad realmente especial. Carlos, el mayor de los hermanos (famoso por su Son tus Perjumenes Mujer, María de los Guardias y Nicaragua, Nicaraguita entre otras muchas canciones que ya antes había escuchado, pero sin mucha conciencia), fue hasta nuestra mesa, saludó efusivamente a Fernando y nos lo robó por media hora, media hora en la que el mexicano nos asombró con su poesía.

Fernando es un magnífico representante de los cantautores latinoamericanos, que son seres que le apuestan a la revolución cultural y mental antes que a la social socialista. Precisamente un poema suyo, presente en “Este viaje”, es como su manifiesto:

Ya sé que pasan los años

Ya sé que pasan los años
Y aunque resulte extraño
Voy tras los mismos sueños
Muero en el mismo empeño
De hacer las cosas a mi manera.

Y no es que tenga madera de profeta,
Ni es por llegar a la meta
Primero que los demás
Tal vez no supe, ni sé
Como hacer trampa al destino

Este timón es un sino,
Roto como mis manos
Roto, y no sé por qué

Ya sé que pasan los años
Y te resultan extraños
Mis jeans y mi pelo largo
Y sin embargo, no es nada
Cuando de ideas se trata,
“eso está bueno”, me dices,
“cuando teníamos veinte
¡Mira tus cicatrices!
No es para gente decente

Cantautor que conserva la esperanza y la irradia con esa fuerza arrolladora que sentimos sus invitados esa noche, cuando tomó su guitarra y nos recordó por qué canta, por qué sigue cantando:

Cantamos

Preguntas los motivos de este canto
Que se alza entre lamentos, entre llanto.
Son muchas las mentiras que has bebido
Son tantas las esperas sin sentido

El viento ya no sabe a hierba fresca
Chapala ya no tiene buena pesca,
En las calles se ha enseñado la tristeza
Andando entre la prisa y la violencia

Preguntas, y no te faltan razones
Si al cabo de los años nada cambia
Y sigue, sin haber explicaciones, reinando el odio sobre las razones
Y entonces… ¿Por qué cantamos?

Cantamos porque huele a primavera
Si bien no es que se anuncie nueva era
Nos trae algunas flores de esperanza
Y tiene otro color, otra fragancia

Cantamos porque el canto es esperanza
Y envuelto en la canción mi pueblo avanza
Quien canta por la vida y por la muerte
No aprenderá a callar ante amenazas

Cantamos porque el niño pese a todo
Sabe mirar al centro de la tierra
No ignoro los cañones de la guerra
Mas no hemos de vencerla a su manera.

Hombre romántico que le canta al amor, al desamor, a la muerte y a la vida, sobre todo a la vida:

Es tan difícil

Es tan difícil no estar junto a ti
Más si te acercas no sé qué decir,
En tu mirada viaja un no sé qué de abril
Tantos recuerdos, tanto porvenir

Como quisiera darte una canción
Que te dijera más que una razón
Viento en las alas, ojos en el corazón
Mirada firme, sin miedo a la ilusión

Sé que te han dicho que el amor termina mal,
-siempre al final-
Y el beso pierde su caudal
Que nada valen tantos años de intentar
“una vez más”
que al fin de cuentas es “normal”
que lo que empieza debe terminar

Pero sobre todo, poeta, Fernando es un poeta y de largo vuelo, o si no, este botón:

De viaje

Junto al ocaso de tus ojos
hace frío
-nada lo quita-

en el viaje de tu risa
sólo el silencio

frío y silencio
(hay un invierno creciendo)

Hombre de viajes, de convicciones, de fuerza y de ternura grande, de una ternura que seduce y que confronta a la vez:

Yo no nací en el mar

Yo no nací en el mar
Pero conozco su abrazo poderoso
Su soledad impostergable
Su vida y su muerte, mi muerte
En el vaivén interminable de sus olas
En su inquietante arrullo de sol… y caracolas
Yo no nací acaso junto al mar
Pero en mis playas anidó también una gaviota
Junto a mis remos juguetean sus peces
Bajo mi cuerpo el agua, bajo mi noche un verso,
Que se repite como tu, con la nostalgia
De soles bebidos por tu boca
De ojos extasiados de horizontes
De soledades y abrazos de risas y llantos
Versos y cantos, de lunas de besos de esperanzas


Ya no sé si fue por efecto del delicioso Flor de caña - once años, que nos bebimos aquella noche o por la energía maravillosa que circulaba en ese lugar, lo cierto es que estábamos embriagados, pero no de licor, sino de amor, de amistad y de solidaridad. En la mesa estábamos un colombiano, varios mexicanos, un venezolano, una salvadoreña, un guatemalteco, varios nicaragüenses y… una gringa que se tiró todo, porque nos tocaba hablarle en inglés, porque se desinhibió vulgarmente y porque terminó mostrando el cobre al invitar a Fernando, no a dar una conferencia, sino a cantar en su universidad gringa; claro los que hablan son ellos, los bufones somos nosotros.



Y luego, la apoteosis: el canto de Carlos Mejía Godoy. Nada mejor para una justa semblanza del cantautor que estas palabras tomadas de su biografía en Internet:

Uno de los compositores e intérpretes más importantes del canto nicaragüense. En los años 60 irrumpió con su "Alforja Campesina", interpretada por Los Madrigales, en toda esa década escribe numerosas canciones que aún no decide interpretar públicamente. Su inserción en el movimiento estudiantil de la Universidad, marca una etapa decisiva, como cronista – cantor de la dramática vida de nuestro pueblo. Así lo vemos aparecer sólo con su acordeón, cantando las primeras tonadas musicales sociales: "desde Siuna con Amor", "Muchacha del F.S.L.N.", "La Tumba del Guerrillero". En esta época es importante destacar su acercamiento a "Los Bisturices Armónicos" con quienes recopila y divulga viejas canciones campesinas.

“Yo no sé cuánto debe la Revolución – reconocía Sergio Ramírez en 1982- a las canciones de Carlos Mejía Godoy, que lograron organizar un sentimiento colectivo del pueblo, extrayendo sus temas y sus acordes de lo más hondo de nuestras raíces y preparando ese sentimiento para la lucha".

Y, realmente, Mejía Godoy – como trovador moderno – contribuyó en forma decisiva gestar esa lucha y su victoria el 19 de julio de 1979”. En los 70, su canto fue arrollador, identificándose con las esperanzas e ilusiones de las mayorías, creando o retratando personajes populares ("Terencio Acahualinca", "Panchito Escombros", "Clodomiro el ñajo", "María de los guardias", siendo esta pieza acaso la de mayor dimensión nacional porque era compartida y disfrutada también).

...Pero también sonaron allí, La Tula Cuecho, Clodomiro el Ñajo, El Almendro deonde la Tere, Quincho Barrilete, Flor de Pino, Palomita Guasiruca, Hacienda de don Merlo, Comadre tengame al niño y El Pocoyito, o al menos eso creo, eso deseo ,que haya pasado...

El último día del congreso fue muy pesado: conclusiones, discursos y sobre todo: guayabo, no por el licor, sino por la certeza de que habíamos sido poseídos por unos instantes nada más, de que la magia se había acabado, de que volver a vivir lo de aquélla noche sería ya un imposible.

Pero quedo agradecido. Con Fernando en primer lugar, por su amistad, su apertura y su canto; con Carlos Mejía Godoy en segundo, por la potencia de su voz, por el poder de su energía vital, por la capacidad de llevarnos a nuestra raíces; y, finalmente, con los amigos que estuvieron allí, compartiendo ese pedacito de felicidad




Managua
Marzo de 2006
Bogotá. 2006

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1 Comentarios:

  • A la/s 8:44 p. m., Blogger Mario dijo...

    Siempre sueño con poder recorrer todo el continente y por eso me gusta averiguar sobre las distintas naciones. Ojala pudiera obtener Hospedajes en los países de Centroamerica ya que tengo un gran entusiasmo de conocer los mismos

     

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