Crónicas Mundanas

Crónicas de viajes, viajes no sólo geográficos, sino emocionales, sentimentales intelectuales y mentales.

13/04/2006

Galácticos

Siempre nos causaron sorpresa y admiración. Orlando y Catalina son seres especiales, conectados con otras maneras de ver el mundo que para nosotros, los simples mortales, resultan francamente incomprensibles.

Su presencia despierta ese sentimiento ambiguo que oscila entre el prodigio y la incomodidad, pasando no pocas veces por el estupor. Son algo así como nuestra mala conciencia. Cuando aparecen (porque ellos no se presentan, uno no se encuentra con ellos, simplemente aparecen), empezamos a sentirnos mal, como si hubiéramos estado haciendo las cosas de una manera inadecuada

De modo que tampoco es que los busquemos mucho, no porque no los apreciemos, no, sino porque nos inquietan, nos sacan de la comodidad rutinaria de nuestras mediocres vidas.

Sus pensamientos, sus conocimientos y sus acciones resultan siempre, sino extravagantes, por lo menos incomprensibles, como si vivieran en otra esfera, en otro nivel (de conciencia, dirían ellos).

Pero nos hacen falta, porque de alguna manera también nos indican caminos alternativos, otras formas de ver, pensar y actuar en el mundo, que alguno llaman Nueva era, de modo que aquélla vez que dejamos de verlos ya no por semanas o por meses, sino por un año y medio, nos preocupamos. Al principio hubo bromas. Que ya se habían evaporado de tanta espiritualidad que habían alcanzado, que se habían ido para el Tibet con hijos y todo, que habían hecho un contacto del tercer o cuarto tipo, o simplemente que se habían ido al extranjero sin avisar.

Pero no. Orlando y Catalina, ese par de bellas personas, esa pareja armoniosa y segura de sí, andaban emproblemados como cualquier mortal y de qué manera.

El hijo menor era adoptado, todos lo sabíamos. Lo que no sabíamos era el drama que había detrás. Ignacio en realidad era el hijo de Hernán, el hermano menor de Catalina, insurgente de la guerrilla de las Farc, que había hecho pareja con Sandra, una mujer guerrillera, proveniente a su vez de un movimiento indígena insurgente que se había integrado a las Farc desde hacía ya varios años. Como es sabido, las mujeres guerrilleras tienen prohibido el embarazo y cuando sucede, son obligadas a abortar. Pues bien, Sandra quedó embarazada de Hernán. Apenas supieron, se sintieron asustados, pues sólo les quedaban dos opciones: o avisar a sus jefes, lo que implicaba el aborto, o encubrir el hecho, con todo lo que significaba. Optaron por lo último. Sandra empezó a usar fajas para disimular el cada vez más grande vientre, tuvo que seguir actuando como si no llevara su hijo adentro, esto es, caminar, abrir trochas, cargar el pesado armamento, cocinar y atender los campamentos en extenuantes jornadas, simular alegría en las festividades y no dejar ver en su rostro la amargura de su mentira.

Fueron meses muy duros. Hacia el séptimo mes de embarazo, Sandra sufrió un problema de salud grave. Hernán entró en pánico, pues una atención por parte de los médicos de la guerrilla, habría significado el descubrimiento de la patraña. Así que se ingenió una licencia para él y para su compañera y viajó de clandestino a Bogotá, donde su hermana. Ese mes de “permiso” en el que Hernán y Sandra tuvieron que reportarse diariamente, decidió el destino de la criatura. Fue un tiempo de esos en que los galácticos desparecieron para nosotros, tiempo secreto, necesario para fraguar lo que se requería para seguir adelante con los planes de Hernán y Sandra.

Sandra anticipó su parto, mediante una intervención por cesárea, estuvo con su hijo unos días y lo entregó en custodia a Orlando y Catalina, quienes lo criaron. Nosotros recibimos con beneplácito, aunque un poco extrañados, la noticia de la adopción, pues no conocíamos detalles. Lo asumimos como una de esas decisiones que los galácticos tomaban siguiendo caminos totalmente vedados para nosotros. Vimos crecer a Ignacio, aprendimos a quererlo y nos acostumbramos a considerarlo el hermanito de Santiago.

Pero las cosas no eran tan fáciles. La adopción, por supuesto no era legal. El compromiso adquirido por Orlando y Catalina era criar y mantener a Ignacio, mientras Hernán y Sandra arreglaban sus cosas en la guerrilla. Pero un poco porque algo así es casi imposible, un poco porque los padres se acostumbraron con el tiempo a la ausencia de Ignacio y a la cotidianidad de su vida guerrillera, tal vez por el ascenso de Herrnán en las filas insurgentes y su consecuente ganancia de privilegios y de nuevas responsabilidades, un poco por miedo, quizás por vergüenza, la promesa y los acuerdos se fueron relegando hasta quedar sin solución.

Ignacio fue creciendo, la familia de los galácticos se fue consolidando y todo pareció estabilizarse. Hasta esa otra vez en que nuestros queridos galácticos desparecieron de nuevo, esta vez por meses. Aquella vez que su ausencia nos llevó a pensar que se habían evaporado de tanta espiritualidad, que se habían ido al Tibet con hijos y todo, que habían hecho contactos de tercer o cuarto tipo. Tiempo secreto, del que no supimos nada, sino hasta mucho después, cuando alguien se enteró de la deserción de Hernán de las filas de la guerrilla. Deserción que se dio por la pérdida de Sandra, quien murió en combate. Hernán no soportó aquello y de nuevo se vio ante dos opciones: o suicidarse o escapar. Optó por esto último, y de nuevo Orlando y Catalina tuvieron que recibirlo, arreglar cosas para asegurar su destierro en algún plan de exilio y salvar así al hermano.

Tal vez, la única ganancia que quedó de todo aquello es la legalización de la situación de Ignacio, quien sabe hoy la verdad, pero no la añora, pues está completamente integrado al ambiente familiar donde creció.

Siento, como conocedor privilegiado de esta historia, que esas aventuras espirituales, de las que Orlando y Catalina son un paradigma, en un país como el nuestro, tan atravesado por conflictos, es una opción de muy difícil sostenimiento y sin embargo creo también que sin esos horizontes sería impensable un futuro para Colombia.

Salud, Orlando y Catalina; saludo queridos galácticos



Bogotá, 1994-2004
Bogotá, 2006

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