Crónicas Mundanas

Crónicas de viajes, viajes no sólo geográficos, sino emocionales, sentimentales intelectuales y mentales.

28/03/2006

Dios te necesita

Me lo contó Junieles durante el seminario que en el 2003 organizó el Centro de Escritores de Manizales y al que asistíamos los dos, invitados por el generoso Octavio Escobar.


Tal vez fue en el comedor del hotel El Escorial o en la sala de recibo del Hotel Las Colinas o en el café El Osiris de la esquina de la 21 con 21, ya no recuerdo muy bien, lo que si tengo claro es que estábamos reunidos varios de los invitados al seminario, pues nos acompañaban, además de Octavio, Luz Mary Giraldo, Antonio María Florez, Eduardo García Aguilar, Rigoberto Gil Montoya y Rubén Vélez Correa[1]. Compartíamos algunas de las impresiones que nos había dejado el evento y no tardaron en salir a flote todas esas poses odiosas de los escritores con las que suelen demostrar que hacen parte del campus y que se comportan según el hábitus correcto[2], es decir, que son escritores reconocidos al menos por sus colegas, más allá o más acá de la calidad o efectividad de su obra, que debería ser en realidad el criterio absoluto para dicho reconocimiento. Yo, que he renunciado al afán de pertenecer al campus de los escritores colombianos, yo, que soy conciente de la mediocridad de mi obra, disfruto siempre de esos encuentros porque me dedico a develar sin escrúpulos qué hay de artificio y qué hay de autenticidad en cada una de las intervenciones de los “colegas”, y aquélla tertulia no fue la excepción.



Pasados ya varios minutos de la necia exhibición de credenciales, y cuando ya empezaban a escasear los temas, Junieles pasó a comentar intimidades de la reunión que sostuvieron algo así como veinte escritores en México a finales del 2002 con García Márquez, escritores de varias ciudades colombianas que asistían a un encuentro latinoamericano. Lo primero que reveló el joven narrador fue que la reunión con toda la comitiva nacional fue resultado de la rebelión de la colonia costeña (conformada por el propio Junieles, Efraím Medina y otro escritor cuyo nombre he olvidado), pues la intención inicial del Nóbel era reunirse sólo con sus tres coterráneos, lo que no fue aceptado por ellos, por simple sentido de equidad. La reunión se realizó finalmente con todos los veinte, pero fue decepcionante (y aquí la segunda revelación de Junieles) por dos razones.

La primera es que prácticamente el único interlocutor autorizado fue William Ospina, para quien fueron todos los elogios y todas las preguntas de Gabo, lo que convirtió a los diecinueve restantes en convidados de piedra. La segunda es que el tema que se desarrolló fue exclusivamente el de una apología del presidente Uribe, quien llegó a ser calificado por García Márquez como el salvador del país.

Obviamente, los contertulios de Manizales fuimos totalmente solidarios con la frustración sufrida por Junieles y sus compañeros en México y no dudamos en achacar el resultado de la fallida reunión al deterioro senil de Gabo, y hasta nos sentimos afortunados de no haber vivido ese momento y de no haber sido parte de la delegación colombiana al evento en México, todo lo cual, claro, correspondía a la tensión propia de las reglas del campus que también en nuestra reunión se desarrollaban con sutileza pero sin sosiego.


Después del relato de Junieles, el contenido de la reunión no avanzó más allá del recuento de otras anécdotas y revelaciones menores, con lo que pronto se disolvió. De camino al Hotel, Junieles, quien se había retrasado un poco y me había pedido que lo esperara, pues me quería dejar sus datos personales, recordó otro detalle de la reunión de México que no hizo sino confirmar dos cosas que ya para mí eran verdades nítidas: uno, que Junieles, hombre bueno, ingenuo y talentoso, no está todavía tan contaminado por las rarezas del campus, y, dos, que la literatura en Colombia se mueve más por el padrinazgo de ciertas figuras que por los méritos de los propios escritores.

Me narró Junieles que la noche anterior a la reunión con García Márquez, al llegar al hotel, el hombre del mostrador le entregó una nota que estaba marcada como “urgente”. Junieles se sintió ansioso, pues pensó que se trataba de alguna razón de su familla, pero decidió abrir el sobre sólo al llegar a su habitación. Aún allí, se demoró un poco, tratando de adivinar su contenido e incluso estuvo tentado a no abrir la nota, convencido de que no hay nunca nada realmente urgente y que si lo es se manifiesta de muchas maneras y que es preferible esperar la revelación de esas otras formas de la urgencia a enfrentar su simple y a la vez contundente registro escrito. En realidad se estaba llenando de razones para eludir la responsabilidad que surge por atender algo urgente, más cuando estaba tan sumido en la concentración que le exigía la expresión de un relato que le acababa de ser revelado.

Se sentó en la cama, arrugó el sobre, lo tiró a la cesta y decidió acostarse a dormir, pero unos minutos después encendió la luz, recogió la pelota de papel, abrió por fin el sobre y leyó:

Dios te necesita
Efraím

Nada más insospechado que aquél mensaje, tan inesperado que él no supo interpretarlo. Al comienzo creyó que se trataba de una boutade de su colega y coterráneo, tan dado a estos artificios, después pensó que le regalaban el comienzo de un poema, al fin renunció a la hermenéutica y decidió indagar directamente. Llamó a Efraín a su habitación y este le develó el misterio del mensaje

– Marica, Gabo te dio cita para mañana


Manizales, 2003
Bogotá, 2004 - 2005

[1] Hoy febrero 2 de 2006, me entero por boca de Octavio Escobar, quien me dio la noticia sin anestesia alguna, que Roberto murió hace un año tras un breve pero agresivo cáncer. Que Descanse En Paz
[2] Me estoy refiriendo a dos términos con los que Bordeau describe la manera en que se consolidan grupos sociales: campus es ese sector social específico que contiene condiciones particulares de pertenencia, club, dirían algunos; y hábitus es el modo de ser que cada uno de los miembros del campus debe exhibir para demostrar que se hace parte del club

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