Crónicas Mundanas

Crónicas de viajes, viajes no sólo geográficos, sino emocionales, sentimentales intelectuales y mentales.

14/03/2006

Cértegui: dónde las estrellas son negras

1.

El Chocó es quizás una de las regiones más bellas del país, pero a la vez una de la más desdeñadas por la institucionalidad colombiana, para quien es tan sólo el lugar a donde han decidido vivir a su manera los negritos y nada más. No hay por qué extrañarse por eso de que los ajenos a esa maravillosa tierra quieran apoderarse de ella a las malas, ya sea para explotarla sanguinariamente o para convertirla en ruta del narcotráfico.

De otro lado, visitar el Chocó es entrar en contacto con la hipérbole: naturaleza hermosamente desquiciada (derivación constante de la selva), temperaturas increíblemente altas todo el tiempo, niveles imposibles de lluvia y gente bella y tranquila, absurdamente bella y tranquila.

2.

Quizás una de las visiones más completas acerca del Chocó y de su situación actual la ha narrado ya el desatendido escritor Javier Echeverry en su también olvidada novela “Caimandó: El camino del caimán”, irónicamente ganadora del premio nacional en 1995.

En estricto sentido Caimandó no es una novela tradicional: no hay una construcción de personajes ni tampoco la hilvanación de una historia, sino que más bien es una alternancia de voces que —por un efecto de acumulación— nos van dando a conocer las circunstancias de vida (y de muerte) en el Chocó colombiano, concretamente en Caimandó un pueblo ficticio, que bien podría ser cualquier pueblito de la región.

La estrategia narrativa de Echeverri es como sigue: el autor implícito de la obra (disperso a su vez en distintos narradores), y quien ha adoptado el lenguaje de la región para comunicarse, hace una breve introducción a los distintos fragmentos del texto y enseguida deja que las voces de los personajes —a través de diálogos— asuman el control de la narración. Estos diálogos podrían pasar por transcripciones de testimonios reales, en cuanto se respeta no sólo la sintaxis y la estructura lingüística del habla regional, sino su visión de mundo. Así es como van sucediéndose los testimonios de Galinda, Juan Caimán, Rosira, la bruja Aluma Gamboa, seño Camila, Juana, el Rafo Urrutia y hasta un Ñojosejai muerto, entre muchas de las voces que se alzan gracias a esa función del autor implícito de hacérnoslas cercanas y audibles. Voces a través de las cuales se va dibujando el mapa etnográfico de la región, con sus mitos y temores, con sus quejas y denuncias y con el horror a la extinción cultural que repica en cada uno de los testimonios.

Si bien de este modo cada pasaje va cumpliendo una función claramente informativa, ésta no se realiza de una forma arbitraria, sino que más bien se solidariza con la visión de mundo expresada de fondo. En efecto, la composición del libro, veintinueve fragmentos, cuya summa no necesariamente constituye un todo narrativo —en el sentido que ofrecería la expresión canónica de la novela—, refleja la manera como el mundo de Caimandó soporta lo que Eliade llama "el terror a la historia" de una cultura enclavada en la realidad del mito. Una especie de "ataque por todas partes" del mundo modernizador: el terror que significa ver los ríos infestados de muertos, el terror que significa para una comunidad tratar de entender una violencia que tiene tantos matices como intereses ajenos —y que por lo tanto se hace imposible de rastrear— y el terror que sigue causando la explotación de la mano de obra rural. Un terror que tiende a ser explicado como la irrupción del mal en la armonía del mundo mítico y que, por lo tanto, se asimila según códigos ofrecidos por la leyenda y por los ritos, pero que termina, de todas maneras, resquebrajando el mundo tradicional.

De ahí que se narren en Caimandó las vivencias de ritos como el carnaval sampachero o versiones de leyendas, como la del ángel solo o la de Don Balboa. Todo esto, en un tono de queja (más que de denuncia) que expresa el dolor por lo perdido. Es lo que sucede, igualmente, con la sensación —extravagante, por lo demás— que se tiene del narcotraficante. Así mismo, la explotación es percibida como una maldición, y la guerra, con sus temibles puntas (narcotráfico, paramilitares y guerrilla), como el "agua sucia" que no merecen y que por momentos refuerza la condición de esclavitud en la que siempre han vivido los negros chocoanos. Lo único que cambia es el amo, pues éste ya no solamente es el compratierras, sino el baquiano rico, o el mafioso, o el paramilitar.

Poco a poco, el mundo caimandiano, con su sincretismo, sus conflictos y sus códigos, va abriéndose a través de una historia recuperada desde la oralidad, hasta configurar una imagen compleja, pero completa, de este mundo fronterizo y marginal, convocando, en quienes estamos del lado de acá (del de la historia oficial), una conciencia asombrosa de la presencia de este mundo.

Las mismas voces de la novela sintetizan la forma y el contenido de la obra. De un lado, aparece esta frase, "Que les cuente ella por boca propia", que bien podría servir de modelo de la manera como se comporta en general la novela: como el vehículo para permitir la expresión del otro, del nunca escuchado, del subalterno que ha desarrollado su propia historia más allá (y más acá) de la historia oficial. Así mismo se escucha esta otra voz: "te meten la guerra a la casa", una frase que expresa la condición general que denuncia la novela. De este modo, “El camino del caimán” constituye una estrategia de resistencia cultural cuya mayor fuerza está en la implícita necesidad expresada de unir mito e historia, oralidad y escritura.

A la apropiación del lenguaje que se requiere para expresar la visión del mundo de la etnia (y que ya habían realizado en Colombia Arnoldo Palacios y Manuel Zapata Oliveira), se suma ahora en Caimandó una ruptura de lo canónico a nivel macro estructural en tres aspectos: primero, la composición misma del libro, que como se ha dicho se da en forma de fragmentos, planteando así una "verdad por acumulación", más allá de la pretensión sistematizante de la homogeneidad narrativa tradicional; segundo, el debilitamiento de la anécdota en favor de lo "etnográfico", y tercero, la clara y consciente puesta en escena de la alteridad del autor, quien ahora se esconde, desprecia su autoridad narrativa y permite que aparezca el otro. Ejercicio consistente con un claro mensaje: denuncia, palabra para el silenciado, respeto por el otro.

3.

Pues bien, como diría un escritor colombiano: una cosa es conocer este testimonio y otra es hallarse. He visitado varias veces Quibdo y he padecido su caos, pero he visto también su crecimiento y lento desarrollo. Allí abundan las “rapis” o motocicletas que te llevan por mil pesos a cualquier sitio en medio de los autos y de la gente que por igual transita la calle. Allí el tiempo se dilata casi a voluntad (“tenemos tiempo”, me dice la persona que me guía cuando visito la capital chocoana siempre que empiezo a acelerarme muy al estilo bogotano, y con ello me obliga a entrar en otra dimensión del tiempo y de la vida), allí las caras están siempre sonrientes y los niños juegan a toda hora.

Claro que no todos. Están también los desplazados que llegan todavía hoy por montones a la capital. Niños que como en el Colegio Diocesano Pedro Graum, ubicado en la zona norte (la más pobre de Quibdo), tienen allí, gracias a ONGs y otras instituciones, la oportunidad de educarse y de salir del laberinto del horror. Hay allí maestros que son verdaderos héroes, profesores que aprenden a querer a esos chiquitos asustadizos y desconfiados, pero necesitados de amor. No es fácil. ¿Cómo va a ser fácil, para un niño recién llegado, recién sacado de su tierra, oír que otro le dice “sapo”, cuando esa palabra ha sido la que alguien utilizó para condenar a muerte a su padre? ¿Cómo va a ser fácil para un profesor entender lo que asusta o motiva a un niño criado en medio de la incertidumbre y el terror?

Esto me contó el Rector del Colegio Graum. La maestra de biología entró preocupada un día a su oficina a contarle en qué había parado lo de la niña que se negaba a oír su clase. No sólo se había vuelto muy agresiva con ella y con los demás, contradiciendo su hasta entonces comportamiento tranquilo y receptivo, sino que llevaba varios días sin volver al colegio, y nadie sabía sus razones, pues ella se negaba a hablar del asunto. El rector llevó el caso a la sicóloga y después de unas duras sesiones se supo que la niña había entrado en pánico cuando la profesora empezó a enseñar el funcionamiento de la lengua humana en su clase. No era para menos: ¡a sus padres y hermanos los habían matado precisamente por culpa de su lengua!

4.

En mi última visita al Chocó, fui, hasta Cértegui, un pueblito a una hora larga de Quibdo, por una carretera bastante buena, interrumpida en un par de trayectos, pero muy transitable. La idea era ir hasta el colegio municipal para oficializar la entrega de una biblioteca y para hablar con las autoridades del pueblo. El intermediario de la visita fue el mismo secretario de educación del municipio, un antiguo profesor del colegio, lo que me convirtió en el destinatario de información de primera mano. Fue él quien, además, me recordó que Cértegui es la cuna del escritor chocoano Arnoldo Palacios, autor de una novela colombiana canónica: La estrellas negras, un dato que sabe todo conocedor de la literatura colombiana.

Pero de nuevo: una cosa es saber e incluso hasta imaginar cómo es el pueblito, y otra es hallarse. Además de su pomposo y moderno palacio municipal, Cértegui es como cualquier otro pueblo de la geografía chocoana: pequeñas tiendas que mueven un exiguo comercio, un colegio en plena decadencia, algunos autos que recorren con desidia las pocas calles, una cancha de fútbol, donde unos cuantos muchachos juegan y sueñan con ser estrellas, así sean estrellas negras y una alcaldesa que literalmente ha heredado la alcaldía de su marido muerto un par de años antes por razones no muy bien determinadas.

Tal vez, Raymond, hayas podido imaginar a Cértegui cuando hiciste tu magnífica obra sobre la novela colombiana, pero estoy seguro de que no conoces Cértegui y por tanto de que el dato sobre la ciudad natal de Palacios no pasa de ser eso en tu estudio: una información más. Tal vez, Raymond, si hubieras visto a esos negritos que yo vi jugando fútbol a la hora en que debían estar estudiando, con sus caras llenas de ilusión, tal vez si te hubieras desesperado con la falta de señal telefónica como me tocó a mí, tal vez si hubieras visto el palacio municipal, tal vez si hubieras conocido a los profesores del colegio, tal vez si hubieras tenido que beberte toda el agua que me tocó beber para evitar la insolación, tal vez si te hubieras enterado de que algunos de los niños desplazados que atiende el colegio Pedro Graum vienen de muy cerca, o que vivir en Quibdo es el sueño más grande de algunos de ellos, tal vez, Raymond, habrías entendido mejor por qué las estrellas de Arnoldo Palacios, sólo podían ser negras…


Quibdó – Cértegui, 2003, 2006
Bogotá - 2006

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1 Comentarios:

  • A la/s 1:51 p. m., Blogger Barnard Stith dijo...

    quiero que vuelvan a leer el items Nº 4 y asi entenderan de que estoy hablando

    tal vez puede resultar muy interezante su articulo pero me gustaria hacerle algunas anotacuiones a las cuales no estoy para nada de acuerdo:

    el municipio de certegui es realtivamente nuevo si hablamos de su creacion. es asi a como ud debio informarce mejor para de tal forma dirigirce o hacer un escrito sobre mi municipio.

    ud no alcanza a imaginarce el crecimiento que ha tenido el municipio en estos ultimos 8 años.
    siendo asi reconocido entre los dos mejores municipios que tiene el departamento del choco, esto se debe a que tenemos personalidades que aman esta tierra y con sus esfuerzos lograron sacarnos del poder ejercido por el municipio de tadó al cual perteneciamos.

    es muy doloroso que ud se refiera asi de la educacion del municipio. si ud no lo sabe hay un acuerdo entre las 2 primeras alcaldias edilberto tello y fulton rengifo Q.E.P.D y es educacion gratuita para toda la poblacion y muy generosos convenios con la universidad tecnologica del choco para aquellos que decean continuar con un estudio universitario.
    acuerdos que lastimosamente se han acabado con la llegada de nuevos mandatarios a el municipio.

    como se le ocurre decir que la alcaldesa heredo un mandato de su difunto esposo por favor sea mas respetuoso con lo que dice, indague y luego afirme sobre lo que paso en certegui.

    esto sucedio por un clamor del pueblo entero ella no heredo nada porque se sometio a un proceso de eleccion popular el cual se lo pidio el pueblo y se nego, pero haciendo honor y honrra a su esposo decide culminar con satisfacion dicho proceso cosa que no se cumple a cabalidad pero los resultados hablan por si solos fue contundente su victoria en las urnas.

    entonces no entiendo en que se basa ud para hacer ciertas afirmaciones, y si quiere conocer que es el municipio de certegui en realidad haga otra visita y comapare con hechos el certegui de hace unos pocos años y el certegui de este presente inmediato.


    muchas gracias

     

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